sábado, 7 de mayo de 2016

Autodestrucción

Fragilidad. Creo que es una buena palabra para empezar esta reflexión.
El otro día alguien me dijo que era demasiado orgullosa, yo le contesté que si, que lo era. Me preguntó que porque lo era, mi respuesta fué que es una manera de defenderme de el daño que me pueden hacer los demás y sobre todo del que yo misma me puedo hacer. Después me dijo que si esa autodefensa me funcionaba, tampoco me pensé la respuesta:
-No mucho la verdad, le dije.

Y llegados a este punto me resulta complicado no pensar en esas estrellas que nacen y brillan con luz propia y aquellas que dependen de otras. Las primeras brillan con tanta luz que hasta te haces daño al mirarlas, aquellas que parecen más duraderas y más fuertes que las demás pero que en realidad lo único que hacen es autodestruirse, dentro de ellas existe un agujero negro que va acabando con ellas poco a poco, hasta que finalmente mueren. Las segundas brillan poco por ellas mismas pero cuando se alimentan de otras brillan mucho, son dependientes, sin embargo cuanta más luz tienen más desean, son débiles necesitan de los demás para poder vivir, y al final esa dependencia acaba destruyendolas.
Sin embargo cuando creemos que solo existen dos tipos de estrellas, nos damos cuenta de que existe otro tipo, las que nadie ve porque no brillan tanto. Brillan, siempre brillan pero con una luz tan insignificante que aparentemente parecen debiles, y parece que no existen, sin embargo a pesar de la debilidad son eternas; no se pueden ver pero siempre están ahí.


De todo esto he aprendido que la fragilidad no siempre te mata, y que los escudos te acaban destruyendo. 

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